sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Operarme, yo? ¡no quiero!

Mi papá se operó hace dos años y cuando iba a hacerlo me dijo que sería una gran solución para mí. Yo no quería, siempre pensé que la operación era una solución demasiado extrema, además irreversible... ¿y si quería un día comer mucho? ¿me arrepentiría de haberme operado?

La insistencia de mi papá fue mucha y al año deoperado me comenzó a convencer, pero fuimos a la Clínica Las Condes y la doctora me mandó a hacer dieta. Ese día llegué a mi trabajo llorando como una Magdalena, porque iba a ser gorda toda la vida. De todas maneras, hice la dieta y bajé bastante, pero volví a subir meses después.

Por supuesto, mi papá me siguió insistiendo y a mí ya se me había quitado la idea de operarme, pero siguió ininterrumpidamente su plan hasta que, nuevamente, este año comencé a pensar en la idea.

Lo pensé mucho y finalmente me convenció. Los problemas de salud que yo tenía por la obesidad algún día me pasarían la cuenta y ya me veía a mi maarido cuidando a una vieja diabética y gorda...

Para asegurarme un 100% de lo que iba a hacer, le pregunté a muchas personas que se habían operado sobre sus experiencias, y todas me decían que no se habían arrepentido. A la que más le pregunté fue a mi prima y le pregunté si no le daban ganas de comerse un asado completo alguna vez y me dijo que no jeje...

Así es que cuando le dije a mi papá que me decidí a operarme comenzó toda la odisea: pedí hora al doctor Álvaro Garay, quien operó a mi prima y a otras personas exitosamente, y comenzó la aventura.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El primer control

Hoy, a 11 días de mi operación, tuve el primer control con el doc y ¡todo bien! Me hizo varias preguntas de rigor y me dijo que siguiera así.

Me recetó Neurobionta, como son tres ampollas debo aplicarme una por mes.

Luego de 10 días de operada me correspondía comenzar a comer papillas, pero como justo tenía control preferí que el doc me diera el "vamos".

Y así fue: puedo comer papilla o colados de guagua. En la foto, disfrutando de mi primera porción, ¡ñam!

Igual como que me dio susto comer, así como me dio susto comenzar a tomar líquido. Es raro sentirse tan satisfecha con algo tan sólido jeje.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Desafíos en casa

En mi recuperación en mi casa he tenido que caminar por la casa, según las instrucciones de los kinesiólogos y del famoso papel de indicaciones que me dio el doc antes del alta.

Ese famoso papel decía que tenía que comprar unas inyecciones anti trombosis y que tenía que ponérmelas por siete días... ¿¡¿¡Quéeeeeeeeeee!?!? Yo nunca me había puesto una vacuna o una inyección sola, pero ahora tenía que "aperrar" no más...

Tuve tiempo para preguntarle a dos enfermeras cómo aplicarlas y cada una me dio una versión distinta jaja, eso sí una me enseñó en el brazo y otra en la guata. El doctor me dijo que era fácil, que era como las inyecciones de insulina. Claro, para él será fácil, a mí me daba susto jeje.

Y bueno, el saldo de mis inyecciones hasta este momento es sólo un moretón jeje. Cada día me costó menos aplicarlas, eso sí me atrevo sólo en el brazo y como soy derecha, las aplico en el izquierdo y ya parezco colador jajaja.

Otro desafío fue preparar el almuerzo y la cena para mi marido y la once para un amigo que me vino a ver. No he sufrido nada, no he tenido hambre y la verdad es que disfruto tanto del aroma de los alimentos que olerlos me encanta, me deja como satisfecha.

Y también... ¡bañarme! El primer día me ayudó mi mamá, porque no puedo mojarme los parches con las heridas de la operación (que, evidentemente, están en mi estómago). Los días siguientes lo he hecho sola, pero es toda una ceremonia.

Hasta el momento, mi recuperación ha sido rápida y sin contratiempos. Hacer todo lo que a uno le indican, al parecer, es la clave.

Y ahora sí: el alta médica

¡¡¡Al fin llegó el día del alta!!! El 8 de noviembre de 2010 tempranito me visitó el doc y me dijo que me daba el alta (por supuesto que después de revisarme y de verificar que, efectivamente, me había tomado un litro de agua entero el día anterior).

Así es que ese día lunes me despedí de la clínica con un papel de indicaciones que tenía seguir en mi mano. Estaba lloviendo y mi papá fue el encargado de traerme a mi casa.

Acá me esperaba mi suegra, quien muy amorosa accedió a cuidarme ese primer día. Me preguntó sobre las comidas que tenía te prepararme.

Mi marido el día sábado había ido al supermercado, le preguntó al doctor qué debía comprar y le dijo que si no quería cocinar debía comprar colados de guagua, jalea, leche descremada y jugo light en polvo.

Los primeros 10 días sólo se puede tomar líquido, por lo tanto, los colados de guagua hay que aguarlos (convertirlos en sopa) y colarlos nuevamente para que queden como una sopa. Aparte de eso, mi suegra hizo una jalea que me ha durado varios días jeje.

Cada porción es de 60 cc, en mi casa lo medí y eso es la mitad de una tacita de café chica. Y la verdad es que, hasta el momento, he sido feliz tomando sólo eso. Por supuesto, el litro de agua, jugo o té diario es irrenunciable.

La foto es del día en que me fui de la clínica. Muy raro ver llover en noviembre...

El alta médica que no fue

A tres días de operada (7 de noviembre de 2010), y según me había anunciado el doc, lo más probable era que me dieran el alta... peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeero ¡nooooooo! Buaaaaaaaaaaa.

Fue así: el doctor me dijo que me tomara, en sorbitos durante todo el día, el litro de agua completo que me habían traído el día anterior y, como ya les conté anteriormente, me demoraba tanto en comer que finalmente con toda el agua durante el día no fui capaz.

"Si no eres capaz de hidratarte, entonces no te puedo dar de alta hoy" me dijo el doc y ahí quedé... nunca me imaginé que ese litro de agua era tan decisivo para mi alta. En fin, un día más, qué le vamos a hacer.

El lado positivo de todo esto es que estaría al cuidado de las enfermeras y que cualquier cosa que pasara podría recurrir a ellas. Además, afuera llovía copiosamente (¡sí, en noviembre!) y en la clínica estaba cómoda jeje.

En fin, comencé mi campaña por tomarme todo el litro de agua durante el día y seguía con mis súper porciones de comida. En la foto, la cantidad de sopa que podía tomar (60 cc).

Ya tenía un poco más de energía para twittear, así es que de apoco comencé a conectarme con el mundo. "Enfermo que twittea no muere" me dijo @raul_montt y lo encontré genial. Favoriteado.

No fue un día con tantas visitas como el día anterior, pero como me sentía cada vez mejor se me pasó volando.

A dos días de la operación

Todo seguía muy bien el 6 de noviembre de 2010. Las caminatas con el kinesiólogo eran cada vez más veloces y menos el dolor, ¡y comencé a subir escaleras!

Comencé a tomar 60 cc de té y a la hora de almuerzo me trajeron la misma cantidad de una sopa transparente, pero que era deliciosa después de no haber probado nada parecido a la comida durante un par de días.

El doc me vio y me dijo que estaba muy bien, que quizás me daba mañana de alta ¡yupiiiiiii! Me dijo que me traerían un litro de agua para que lo fuera tomando de a sorbitos chicos durante todo el día.

Además de el té y la sopa, agregaron jalea a mi dieta, comía cada 2 horas y media aproximadamente y a veces me pasaba que, como tengo que comer extremadamente lento, me quedaba dormida comiendo y cuando ya despertaba me traían la otra ración y no había terminado la anterior jaja.

No sé cuánto me demoraba en desayunar o almorzar, pero yo calculaba que en circunstancias normales en dos cucharadas o sorbos ya hubiese tomado esa cantidad que ahora demoraba hasta quizás una hora en terminar.

Pero comencé así a disfrutar de lo que comía, he encontrado un nuevo sentido a saborear la comida. Pensando que mi estómago ahora tiene una capacidad de alrededor de 110 cc, tendré que disfrutar muuuuuucho de lo que coma, porque realmente es muy poquita capacidad.

Ya pude twittear un par de cosas más, y por supuesto religiosamente me logueé todos los días en Foursquare. En Twitter agradecí a mi marido por sus cuidados (realmente uno no podría vivir este proceso sola, y yo también tuve el valiosísimo apoyo de mis padres), y en la noche conté que había visto las noticias con mi papá y después vi Gigantes con Vivi.

Y en la tarde saqué una foto desde mi cama (la que ilustra este post). Yo que le saco foto a todo no tenía muchas energías para más, y la verdad es que me hubiese gustado sacar más para dejar todo registrado, como me gusta.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El día después


Al día siguiente de la operación, es decir, el viernes 5 de noviembre de 2010, ya no me sentía tan mal. Hablaba un poco más pero... no era capaz de tomar el celular y menos un computador. Me sentía muy cansada, pero no tan adolorida. Mi idea era en la tarde poder seguir la clase del magíster que estoy cursando vía webcam ¡ja! Lo que quería...

Sólo fui capaz de twittear "No he podido twittear estoy un poco débil" y luego loguearme en Foursquare, y sería todo.

La sorpresa de la mañana fue la visita del kinesiólogo para... ¡¡¡salir a caminar!!! Desde que me habían instalado en la camilla el día anterior siquiera me había movido de una sola posición. Pues bien, me enseñó a levantarme y logré caminar. Había dolor, pero no tanto como pensé.

Después tuve que hacer unos ejercicios de respiración con un aparatito que hay que soplar y con el viento se levantan unas pelotitas. Eso es porque los pulmones se ponen "flojos" luego de una operación. Luego me dijo que me quedara sentada lo que más pudiera, y así fue. El kine me visitaría en adelante 3 veces al día todos los días en los que estuviera en la clínica.

Cuando llegó mi mamá me encontró muy sentada en el sillón de la habitación y se sorprendió: ya no era la somnolienta del día anterior. Realmente la laparoscopía permite una muy rápida recuperación.

Ese día me recomendaron que no recibiera muchas visitas, para no hablar mucho, así es que el sábado esperaría ver a más personas. Me contaron que otro doctor una vez le dio tanta lata que puso un cartel de restricción de visitas en la puerta de la habitación de una niña que al primer día de operada estaba en plena conversa con sus visitas jaja...

Ese día, como todos, me visitó mi doc y me dijo que me iban a traer 60 cc de agua y que tomara de muy poquito, muy poquito. Yo me quería morir, me daba susto, pensaba que mi guata colaría el agua como los dibujos animados jaja. El doc me dijo que posiblemente me iba a molestar al digerirla, pero que si eso me pasaba pidiera que me pusieran Viadil... y así fue. Me alivió mucho y me demoré toda la tarde en tomar ese poquito de líquido, pero así tenía que ser.

Ahora se quedó mi mamá conmigo y también pasé una buena noche.

El día "D": La operación ha terminado ¡al fin!

Por supuesto que no puedo relatar la operación. No sé lo que pasó ni quiero saber a qué ritmo zarandearon mis tripas, porque para eso soy medio cobarde jeje...

La intervención estaba planeada para las 15 horas pero comenzó con un poco de retraso.

Al despertar de la anestesia no abrí los ojos, no pude, sólo sentía que la camilla en la que estaba se movía y era llevada por varias personas, no sé cuántas, pero yo me sentía rodeada. El doctor me dijo algo, no me acuerdo bien, pero entendí que la operación había terminado. Yo no podía hablar y lo único que pude balbucear es "¿cómo salió?" y el médico me dijo "todo muy bien". Ahí respiré aliviada.

Ya cuando "estacionaron" la camilla en lo que después supe era la sala de recuperación, pude decir "me duele" porque realmente sentía mucho dolor. El doc pidió que a la morfina que tenía le agregaran Profenid.

El monitor que necesitaban las enfermeras para pasar el suero estaba malo, no entendían por qué no funcionaba. Para mí eran segundos eternos de dolor en los que pensaba "¡¿¡¿¡¿Por qué diatres me hice estooooooo?!?!?!" (en realidad no era en palabras tan elegantes lo que pensaba jaja).

Mi única manera de demostrar dolor era quejándome todo el tiempo, para que vieran que de verdad no podía más, y movía la cabeza de un lado para otro.

Las enfermeras seguían peleando por el monitor hasta que finalmente trajeron uno que funcionó. Otra de las cosas que pude decir era "frío" y me taparon con una frazada. Después descubrí que estaban preocupados porque me bajó la presión, pero una enfermera le decía a la otra que no había problema, que estaba controlado. Pero un pito insoportable a cada rato daba la alarma de que tenía la presión baja, y lo odié.

Después me vino a la cabeza la imagen del kinesiólogo que me había dicho antes de la operación qué hacer cuando estuviera en recuperación para evitar una trombosis. Cuando me acordé que tenía que mover las piernas de cierta forma lo intenté y lo hice a duras penas. Y de otra cosa no me acordaba, hasta que después caí que era que debía levantar los brazos si me costaba respirar y ponerme la almohada en la guata si necesitaba toser, pero en ese momento siquiera podía pestañar.

En algún momento mágico me dormí. Después supe que mi operación duró 2 horas y media y estuve 3 horas en recuperación, y que mi papá me fue a ver y ni me enteré.

Nuevamente "despegó" la camilla, ahora con destino a mi habitación. En el pasillo pude ver a mi marido, mi mamá y mi papá que me miraban y me seguían ansiosos de saber qué tal. Yo apenas podía hablar, eso sí que era una cárcel para mí jajaj. Mi mamá me preguntó si tenía dolor y yo le dije "sí, pero me pusieron Profenid".

Ya instalada en la que sería mi morada por 4 días sólo podía ver cómo mi marido y mis padres conversaban mientras yo trataba de pasar ese momento, mientras descubrí que ya había anochecido y que mi sueño de la cirugía estaba cumplido.

Pasaron las horas. Mis padres se despidieron con mucho cariño de mí. Mi marido se quedó a dormir conmigo y el pobre no pegó un ojo porque calculo que cada dos horas me venían a controlar la presión, la frecuencia cardíaca y la temperatura. Además, en las piernas tenía unas cosas que se inflaban, parecidas a las que toman la presión, que eran contra la trombosis. Y metía ruido a cada rato.

Conforme pasaban las horas me sentía un poco mejor.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El día "D": antes de la operación

Ese día jueves 4 de noviembre me levanté temprano, fui a cobrar un cheque y después fui a la isapre a ver los últimos detalles del presupuesto. Después de eso en mi bólido me fui rauda a la Clínica Las Lilas, donde tenía que estar a las 10.30 de la mañana.

Por mi cabeza pasaban muchas cosas, pero más que nada tenía ya mucha ansiedad de que la operación fuera luego y tratando de olvidarme del video que me mostró mi doctor, Álvaro Garay, de una manga gástrica. Ahí me venía toda la cobardía...

Nunca había estado en una cirugía, por lo mismo, no tenía mucha idea de siquiera la cantidad de papeles que uno tiene que firmar y cómo funciona todo: después te llevan en una silla de ruedas en tu habitación donde tienes que ponerte esas batitas en las que se te ve toda la espalda (¡sí, hasta la rayita! jeje) y ahí me hicieron un examen de sangre, me hicieron toda clase de preguntas. Y esperar.

Desde que llegué a la clínica estuve acompañada por mi papá, hincha número 1 de que me hiciera la gastrectomía. Él también me guiaba un poco sobre las cosas que iban pasando.

Ya casi sobre la hora de la intervención tenía demasiada hambre: el día anterior a la operación hay que tomar sólo líquido, los 4 días anteriores no hay que comer carnes rojas y el día mismo se llega en ayunas. Y yo pensaba ¡¡¡por qué no me comí antes esas galletas y el chocolate que están en mi casaaaaaaaa!!! Pero ya era tarde jeje.

Estaba tan preocupada de no comer algo indebido que llegué a soñar que comía una lasaña y que no podía operarme jajaja... y no sé por qué tenía la preocupación de que, por ejemplo, después del examen de sangre que hacen en la clínica me dijeran: "no se puede operar, está embarazada" o algo por el estilo jajaja.

Y llegó el momento: a las 15 horas me vino a buscar otra silla de ruedas y munida de los innumerables exámenes que tuve que hacerme para preparar la operación, me despedí de mi marido, mi papá y mi mamá que esperarían que saliera del quirófano.

En el sexto piso me subieron una camilla y después de las ya repetidas preguntas de una enfermera y el anestesista, me llevaron al lugar donde todo sucedería.

A esa enfermera, de la que no recuerdo el nombre, le tengo un gran agradecimiento: me preguntó si era mi primera cirugía y cuando llegamos a la sala de operaciones me explicó todo lo que ahí había, y a ratos me tomaba la cara o la mano y me decía "tranquilita, todo va a salir bien". Encontrarse con alguien con vocación en esos momentos tiene un valor incalculable.

Y después de que el anestesista me puso una vía en la muñeca y me introdujo aquél líquido adormecedor, me pusieron una mascarilla con oxígeno, que era como aire helado, y se me comenzaron a dormir los labios mientras veía esa típica imagen de las películas en las que uno ve la lámpara del quirófano. Y no supe más de mí.

Cómo llegué hasta aquí

Ha sido un largo proceso para llegar hasta donde estoy hoy. Me refiero a dos cosas: a que estoy en mi sexto día post operatorio de una manga gástrica (o gastrectomía en manga) hecha por laparoscopía. Y también llegar a escribir esto en un blog.

Voy a comenzar por contar que siempre me gusta registrar todo lo que me sucede y por alguna razón me gusta compartir esos contenidos. No se había hecho tan evidente este rasgo en mí con respecto a mi intervención, pero mi amigo Roberto Nicolini me animó a que todo quede registrado. Y aquí estoy.

Y respecto a la cirugía bariátrica, creo que en algún post contaré cómo llegué a tomar una decisión tan radical en mi vida, un proceso que duró 2 años y que fue iniciado por mi padre, Domingo Sandoval, quien se operó hace justamente esa cantidad de tiempo.

Por lo pronto, les adelanto que yo no quería operarme, tuve alguna idea hace un tiempo y me la echaron por la borda. Pero la insistencia de mi papá me abrió los ojos. Y hoy comienzo a escribir una historia que vengo viviendo hace un rato.

(Foto: Gentileza de mi amiga Alejandra Bastidas, tomada en mi cumpleaños, el 28 de octubre de 2010)